top of page

Sarampión ¿Por qué es importante vacunarse?

  • Foto del escritor: Marta Diéguez
    Marta Diéguez
  • 26 jul 2018
  • 3 Min. de lectura



En la actualidad, estamos en presencia de algunos casos de sarampión. Pareciera que tantos años con muy escaso número de enfermos nos llevó a olvidar la gravedad de este mal. En la época previa a la vacuna (que se aprobó en 1963), morían 2 millones y medio de personas por año. En tanto que en 2016 murieron cerca de 90 mil (y muchos miles más de personas quedaron con lesiones crónicas o secuelas). Y si bien en comparación se podría decir que hubo un dramático descenso en el número de víctimas, igualmente son cifras demasiado altas para una enfermedad que podría ser erradicada, tal como lo fue la viruela. A la luz de los conocimientos actuales queda claro que prevenir la

enfermedad es mucho mejor que padecerla.


¿Qué es el Sarampión?

Se trata de una de las enfermedades más contagiosas, incluso mucho más que el Ébola que tanto revuelo causó hace unos años. Está causada por un virus (de la familia paramixoviridae) que se transmite por aire o por contacto directo, es decir manos y elementos contaminados. El virus ingresa por el tracto

respiratorio y se extiende al resto del organismo.


El primer síntoma suele ser fiebre alta, unos 10 a 12 días después del contagio. Se agrega rinorrea (mocos por la nariz), conjuntivitis, y una erupción fugaz dentro de la boca, y que involucra luego el rostro, la parte superior del cuello y se

extiende por todo el cuerpo hasta manos y pies.


¿Cuáles son los grupos de riesgo?

Las complicaciones y las muertes son más frecuentes en menores de 5 años y mayores de 30 años y se deben a encefalitis (compromiso del tejido cerebral), neumonía y/o deshidratación. Las secuelas más graves son la ceguera, la discapacidad intelectual y la panencefalitis esclerosante subaguda, entidad que se presenta años después de “curado” el sarampión y lleva a una

destrucción progresiva del cerebro.


Lo más grave de enfermarse de sarampión es que no existe ningún tratamiento antiviral específico. Es decir, la ciencia todavía no puede ayudar a quien se

enfermó. Pero si existe una vacuna para prevenirla.


Mitos en relación a la vacunación contra el sarampión


  • Tener sarampión es mejor y tiene menos riesgos que vacunarse. Falso. La mortalidad por sarampión es de 1 a 3 casos cada 100 enfermos mientras que los riesgos de la vacuna son: problemas moderados y pasajeros (dolores articulares, disminución de plaquetas y en 1 de cada 3000 a 30.000 casos, convulsiones febriles). Entre los problemas más severos que puede producir vacunarse están la alergia grave (menos de 1 cada millón de dosis), sordera o daño cerebral (dado que son tan poco frecuentes no se puede determinar ni descartar si realmente son provocados por la vacuna). En el caso del autismo, fue descartado que la vacuna sea la causante ya que quedó demostrado que se debe a una alteración genética que trae el niño desde el nacimiento.

  • La vacunación es incompatible con la homeopatía. Falso. La homeopatía es una disciplina “que se fundamenta en la aplicación de pequeñas cantidades de sustancias que, si se aplicaran en grandes proporciones a un individuo sano, producirían los mismos síntomas que se pretenden combatir”, esto es un concepto muy parecido al de las vacunas. Tanto la Sociedad de Homeopatía de EEUU como la argentina Asamblea Nacional de Homeopatía (ANH) tienen declaraciones destacando que homeopatía y vacunas no son términos incompatibles.

  • La vacuna puede traer riesgos en la salud debido a los “conservantes” que contiene. Falso. Si bien la explicación es muy técnica, resumida es la siguiente: los problemas sobre la seguridad del tiomersal (compuesto derivado del aluminio) se plantearon a finales de los años noventa, basándose en que la cantidad de mercurio que se acumularía por la aplicación de todas las vacunas incluidas en los calendarios infantiles podría ser superior al límite recomendado para el metilmercurio. Sin embargo, el tiomersal contiene etilmercurio, que se descompone mucho más rápidamente que el metilmercurio y no se acumula en el organismo. La OMS, y varios grupos de expertos independientes, luego de más de 10 años de estudios coinciden en que no hay pruebas de que la cantidad de tiomersal utilizada en las vacunas suponga un riesgo para la salud.

  • No es necesario vacunar a los chicos si no hay riesgo de contagio en el hogar. Verdadero. Pero este argumento es cierto siempre y cuándo evitemos que tengan contacto con ningún otro niño o individuo que pueda padecer la enfermedad, al menos hasta los 3 años de vida. Por otro lado, hay personas que tienen contraindicada la vacuna y se protegen indirectamente si su entorno la ha recibido. La vacunación tiene por lo tanto también un impacto en toda la sociedad que deberíamos tener en cuenta.


Asesoramiento: Dra. Cristina Freuler (MN 58098), jefa del Departamento de Medicina Interna del Hospital Alemán


Comments


bottom of page