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Hábitos saludables de alimentación

  • Foto del escritor: Marta Diéguez
    Marta Diéguez
  • 31 jul 2018
  • 3 Min. de lectura



Somos lo que comemos. Y parece que en América Latina no estamos alimentándonos bien: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el 7 por ciento de nuestros niños menores de cinco años tienen sobrepeso y el 20 por ciento de los adultos son obesos.


A nivel mundial, alrededor de 650 millones de personas son obesas, y 96 millones de ellas viven en América Latina. Necesitamos prestar más atención a la forma en que preparamos nuestros alimentos, porque hacerlo es esencial para vivir de forma saludable y, por lo tanto, para disfrutar de la vida.


A medida que nos esforzamos por controlar la creciente epidemia de obesidad en América Latina, con el aumento de las enfermedades crónicas y de las que se relacionan con el estilo de vida, impulsar hábitos saludables se hace más necesario que nunca.


Una de esas enfermedades es la diabetes, que está estrechamente asociada a la obesidad, y es la novena causa principal de muerte en mujeres a nivel mundial (ocasionando 2,1 millones de muertes cada año, según la Federación Internacional de Diabetes). Además, según la federación los roles de género y la dinámica de poder influyen en la predisposición a la diabetes y afectan el acceso a la atención médica. En tanto que la Organización Panamericana de la Salud estima que la cantidad de personas con diabetes aumentará a 40 millones en 2030 en América Latina, convirtiéndose en la principal causa de discapacidad en la región.


La obesidad también es un factor de riesgo para otras enfermedades crónicas como la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, los accidentes cerebrovasculares y ciertos cánceres, según la Escuela de Salud Pública y Servicios de la Salud de la Universidad George Washington.


Estas estadísticas pueden asustar o pueden utilizarse para convertir la conciencia en acción, comenzando por transformar radicalmente nuestros esquemas y hábitos alimentarios. La preparación de alimentos debe ser nuestra prioridad clave para la prevención de enfermedades. Por ejemplo, cocinar en casa nos permite controlar lo que comemos y significa que tanto los niños como los adultos tienen más probabilidades de tener una dieta más saludable y aprender buenos hábitos que los beneficiarán en el largo plazo. En ese sentido, en los últimos tiempos la tecnología nos ha provisto de varios dispositivos que facilitan la adopción de buenos hábitos y previenen enfermedades relacionadas con la preparación de alimentos no saludables (por ejemplo, freidoras con bajo contenido en grasa, máquinas de pasta para preparar pastas sin gluten, batidoras manuales y exprimidores para preparar jugos saludables y cocinas múltiples para preparar comidas sin perder todas sus vitaminas y minerales). En este sentido, podríamos cocinar las papas fritas con hasta un 80 por ciento menos de grasa en lugar de freírlas o sustituir los jugos embotellados por jugos caseros.


También es particularmente importante enseñar a nuestros hijos hábitos de alimentación saludables, ya que pueden evolucionar a comportamientos de por vida a medida que crecen. ¿Qué tal si comemos más comidas juntos, por ejemplo? Las familias que con frecuencia comen juntos son más saludables y sus hijos son más propensos a comer frutas y verduras, y menos propensos a comer comida chatarra. Por último, sumar ejercitación a la alimentación sana nos hará sentir bien y nos acercará al estilo de vida saludable.


Asesoramiento: Fabia Tetteroo-Bueno, Líder de Personal Health de Philips para América Latina


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