Alzheimer: cuidando a los que cuidan
- Marta Diéguez
- 17 sept 2018
- 2 Min. de lectura

El 21 de septiembre es el Día Mundial del Alzheimer, y en el marco de esa problemática muchas veces se olvida que detrás de cada paciente hay una familia, y especialmente un cuidador, que debe ser atendido y tenido en cuenta. Es que se trata de un rol extremadamente exigente tanto física como emocionalmente y con altos niveles de tensión. Todo esto hace que, muchas veces, se desencadenen en la persona que cumple dicho rol alteraciones físicas y psicológicas, que se conocen como “síndrome del cuidador”.
La mayor parte de las veces, los cuidadores son del ámbito familiar y, generalmente mujeres (esposa, hija, nuera). En ese sentido, un alto porcentaje considera que es algo normal cuidar de un familiar y, si bien para muchos puede ser una experiencia satisfactoria desde el punto de vista de los afectos, lo cierto es que la gran responsabilidad y la carga que conlleva ese cuidado hace que viva permanentemente bajo presión.
¿Por qué? Porque con el correr de la enfermedad, cada vez tiene que dedicar más tiempo al cuidado del paciente en actividades cotidianas y, además, brindar cariño, afecto y comprensión de manera continua. Es decir, estamos en presencia de un trabajo full time y sin descanso.
¿Quién cuida al cuidador?
La Organización Mundial de Salud (OMS) habla de factores de estrés primarios (los que tienen que ver con el enfermo, como alcance y necesidad de atención o síntomas que va desarrollando el paciente) y secundarios (los que tienen que ver con el cuidador, como sus exigencias laborales o el cuidado de su propio grupo familiar).
Todo esto puede traer distintos problemas al cuidador. En lo psicológico, pueden darse sentimientos de tristeza, desesperación, indefensión, irritabilidad, preocupación o culpa. Y hasta pueden desarrollar depresión y ansiedad (especialmente si se trata de mujeres cuidadoras). Estos trastornos puede continuar incluso cuando el enfermo que atendían han fallecido, por eso hay que estar tan atentos. Pero también se generan problemas físicos porque descuidan su propia salud y así pueden tener desde problemas de fatiga o malestar general, trastornos del sueño, úlceras, diabetes, obesidad y un sistema inmunológico más débil entre otros y hasta tienen mayor riesgo de enfermedades graves y mortales.
Por esto, es importante que el cuidador y su entorno presten atención a las señales que indican que esa tarea le está pasando factura. Por eso, si hay alteraciones de sueño, problemas de memoria, pérdida de energía, angustia, aislamiento, palpitaciones, cambios frecuentes de humor o abandono del cuidado personal o de las actividades que antes les gustaban hay que estar alerta.
En este sentido, es importante prestar atención a lo siguiente:
Dormir bien y hacer ejercicio con regularidad.
Organizarse y planificarse para tener tiempo para descansar y disfrutar de sus aficiones.
No dejar su trabajo fuera de casa ni a las amistades de lado.
Poner límites a sus labores de cuidador sin sentimiento de culpabilidad y saber pedir ayuda, buscando apoyo familiar y social.
Valorarse uno mismo.
Recurrir a asociaciones de familiares y tratar de pedir ayuda tanto a la obra social o prepaga del paciente como a organismo públicos tanto nacionales como provinciales y municipales. A veces hay subsidios o entrega de insumos gratuitos o cubren aunque sea unas horas de un cuidador extra.
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